sábado, 24 de enero de 2015

Con los niños ¿vale todo por la audiencia en televisión?

Cuando se trata de niños, ¿vale todo con tal de tener audiencia en televisión?
Esto es lo que me pregunto después de haber visto por primera vez junto a mi hija el programa "Master Chef Junior".

Como ella estaba en cama recuperándose de una gripe me recosté a su lado para ver qué miraba. Confieso que nunca había visto ni me interesaba en lo más mínimo mirar ese programa ni ningún programa de concursos con niños, no me parecen nada positivo ni nada respetuosos hacia ellos, pero ya que estaba me dediqué a verlo.

Debo decir que en sólo cinco minutos ya se ganaron mi rechazo, ¿saben por qué? Porque los niños que cocinan allí son evaluados o puntuados por tres adultos y uno de ellos me pareció sumamente irrespetuoso y se cargó la autoestima de todos. Sólo en un minuto de programa les espetó tres adjetivos que me parecieron horribles y que además no me parece de ninguna manera que se permita hacer esos comentarios a los niños por esta persona que es llamada con respeto "Señor Chef". Los llamó cerditos, por no limpiar la cocina, guarretes y cochinos, sólo en un minuto del programa.

Sinceramente como madre no permitiría jamás que mi hijo o hija sea llamado así por esta o ninguna otra persona frente a toda una multitud y que además salga al aire, lo vean miles de personas y encima acepten, ellos los niños, que lo son. Son niños que están haciendo cosas de grandes y se les exige que lo hagan como una cocinera tres estrellas y encima que dejen todo limpio.

Por favor, no usemos a los niños para esto ni para ganar dinero a costa de ellos, si queremos que aprendan a cocinar o creemos que se les da bien, y les gusta hacerlo, que tomen clases de cocina o que aprendan y cocinen con nosotros, pero sinceramente meterlos en un programa donde los insultan y encima donde si no lo hacen perfecto (porque yo como adulta nunca hubiera logrado hacer esos platos ni con esa rapidez suflar esas bolitas de sémola como lo hicieron estos niños!) los expulsan y los dejan llorar y sufrir adelante de todos.

No estoy de acuerdo para nada, no me gusta ver sufrir así a un niño, cuando encima, lo vuelvo a decir, cocinan mejor que yo!!!!

Creo que como padres debemos tener cuidado y pensar el porqué llevamos y dejamos a nuestros hijos así expuestos a la mirada de miles de personas. 
Yo, no le veo nada bueno.

jueves, 22 de enero de 2015

Paradigma actual del sistema educativo

Interesantísimo video de Ken Robinson sobre la Educación actual y su relación con el TDAH.
Qué bueno que esté cambiando en el mundo el paradigma educativo.




sábado, 17 de enero de 2015

Como podemos actuar frente a un berrinche

Para comprender de qué se tratan las cosas es bueno conocer su historia. No es menos curioso el antecedente de la palabra berrinche. Esta proviene de verraco, que es un cerdo macho, el que es un animal muy testarudo y emite berridos; también en algunos países de Sudamérica esta palabra significa olor desagradable. En relación a los niños la palabra es sencillamente definida como enojo grande.

Pero es más que una simple emoción. Se trata de una conducta que tiene como origen una frustración –experiencia desagradable de no poder lograr algo en el momento deseado-, que posee siempre una fuerte carga emocional de una o más emociones –por ejemplo enojo, disgusto, ansiedad, indignación, miedo, vergüenza- y se manifiesta en un comportamiento caracterizado por llanto o lloriqueo, gritos, pataletas, negaciones a cooperar o a guardar silencio o asentir,  romper cosas, insultos, arrojarse al suelo, dar golpes y agredir–a otros como en casos más graves a sí mismos-. No cabe duda de que el común denominador de la palabra berrinche es que en cualquiera de sus acepciones, sigue siendo desagradable de experimentar.
Los berrinches son comunes de 1 a 3 años y en menor proporción hacia los 4, porque en estas edades todavía no aprendieron a autorregular sus emociones (tolerar las frustraciones, capacidad para sosegarse ni esperar). Luego, en general, tienden a disminuir porque aprenden a esperar y manejar los intensos estados afectivos que caracterizan al berrinche. De este modo, al manejar las emociones, disponiendo de más habilidades emocionales –autoconciencia, autorregulación, tolerancia a la frustración, empatía, etc.-, el berrinche casi llega a desaparecer. Digo casi, porque no podemos pretender que desaparezca del todo ya que el niño necesita descargar lo que siente ante eventuales frustraciones muy intensas. Pero hay ocasiones en las que las rabietas ya no son auténticas expresiones de desagrado, sino que son auténticas manipulaciones aprendidas. Por ello, para tener un criterio podemos decir que con un motivo claro, un máximo de 3-4 rabietas efímeras por día pueden ser consideradas normales en las edades mencionadas. Sin embargo, podemos hacer algo para que disminuyan sean excepcionales.
En primer lugar es importante saber que el berrinche invariablemente se da en presencia de alguien que lo ve y oye, es decir, siempre va dirigido a alguien. Los caprichos y manipulaciones son verdaderos aprendizajes que los niños realizan a temprana edad a partir de un adulto (que puede estar sobrevinculado con el niño) que le da demasiada atención a esa conducta. Muchos padres en la consulta me dicen “es que no sé cómo hacer para que deje de hacerme el berrinche” y me explican que están a merced del niño. Pero en realidad el que tiene el poder de mantener o extinguir el berrinche es quién le presta atención. En este sentido propongo entender que el crecimiento siempre conlleva cuotas de dolor auténtico, el que no debe ser evitado pero sí contenido por los padres o seres queridos, pero el berrinche a título manipulativo ha de ser ignorado. El tutor debe discernir entre dolor auténtico y berrinche para contener el primero y tratar displicentemente el segundo.
Otros factores a considerar son: por un lado, debido a mayores exigencias y presiones laborales y/o económicas los padres están algo más estresados, con lo cual tienen menos energías para mantenerse firme ante un berrinche como también están más proclives a considerar cualquier desagrado del niño como berrinche. Por otro lado, la tecnología –video juegos, internet, TV, etc.-  y nuevos hábitos sociales, hacen que los tiempos sean cada vez más cortos y crueles, no dando la oportunidad a que, tanto niños y adultos, aprendamos a esperar.  Además, la creencia errónea de algunos adultos de que “satisfacer todas las necesidades en el niño, es darles amor” no deja lugar a que incorporen la habilidad de tolerar frustraciones y el tan necesario límite.
Al berrinche casi permanente –capricho y manipulaciones- le precede una larga historia de un tercero –papá, mamá, abu, etc.- que reforzó este comportamiento prestándole demasiada atención, sea sólo mirándolo, retándolo cuando tenía una rabieta o satisfaciendo inmediatamente la necesidad –sobreprotección- o bien cediendo por cansancio; por culpas –de no compartir tiempo con ellos u otras razones- o por vergüenza, cuando la familia está en lugares públicos. De este modo, el niño aprendió muy bien cuál es la conducta “Ábrete Sésamo” que saca los obstáculos del camino del niño. Entonces, si el berrinche fue co-construido de a dos –o más- a lo largo de un buen tiempo, no pretendamos que este hábito familiar (que luego tiende a internalizarse en el niño, por cierto) desaparezca de un día para otro. Así como se armó, requiere ser desarmado a lo largo de un período de tiempo considerable, donde se le preste considerada atención por las conductas positivas del niño a la vez que se muestre apatía ante el berrinche. ¡Qué desafío para los padres temperamentales y/o sobreprotectores!
De modo que la estrategia es: una vez que nos aseguramos que es un berrinche y que al niño no le pasa nada malo, hemos de evitar prestarle atención. Luego de aproximadamente un mes (tiempo mínimo para establecer un nuevo hábito) en esta nueva interacción en la que no se le refuerza el berrinche –sea reprendiendo o conteniéndolo-, el niño, que no tiene un pelo de tonto, aprenderá que el berrinche no le sirve para llamar la atención. Simultáneo a este accionar es fundamental prestar especial atención y reconocer con mensajes empoderadores cada conducta positiva que veamos en el niño. Quiero dejar en claro que los niños necesitan amor y contención. Hemos de brindarles aliento y reconocimiento cuando están de buenas, pero cunado están de rabietas hay que obrar calmos y con displicencia. ¡Recordá que todo aquello a lo que le prestes atención crecerá!
Lic. Lucas J. J. Malaisi


  


viernes, 16 de enero de 2015

Calendario

Alicia Stolkiner: “No todo padecimiento debe ser resuelto con una pastilla”

Hace ya varios años que Stolkiner y otros colegas suyos llaman la atención sobre algo que podríamos llamar “el síndrome de la pastilla mágica” y que ella describe más técnicamente como una “creciente medicalización de la sociedad”, que incluye a los niños. En las últimas décadas, en medio de las campañas de los laboratorios y la necesidad de encontrar soluciones rápidas a comportamientos a veces vinculados con grandes cambios culturales, puede ser que se medique por problemas de aprendizaje o déficit de atención (ADHD) a la mitad de los chicos de una escuela o que se hable de medicamentos preventivos, sin conocer las consecuencias de la exposición prolongada a ciertas sustancias.


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